Saturday, December 02, 2006

Separación y Pérdida

Si bien los desencuentros son pan de todos los días en las relaciones amorosas, no estamos preparados para ser desterrados de la vida de quien amamos. Pasar al olvido, quedar sin nido, solo y atrapado en las ruinas de uno mismo son experiencias límites de dolor y desconsuelo. Nada puede ser mas desgarrador que comprobar que a uno lo han dejado de querer. La vida se convierte en un túnel. Comienza un invierno eterno. Hace frío. Cuesta reconocerse, todo permanece igual, pero nada es lo mismo. Se buscan señales que anuncien el fin de la pesadilla, el futuro se ve desierto de amor. No hay esperanzas.
Un amor que termina a pesar nuestro, nos conecta con nuestros sentimientos primitivos de desamparo. Cuando nos dejan, termina no solo la relación, sino que una parte de nosotros mismos. Por tanto, la persona que somos intimamente, la forma de vivir el amor, las miradas, las caricias, los dichos, en fin tantas cosas cultivadas durante tanto tiempo, existen junto a quien la desarrollamos. pero, de repente, algo sucede. Nos sentimos desechables, reemplazables. Cualquiera puede ocupar nuestro espacio. Hemos dejado de ser para quien éramos. Nos sentimos perdidos del corazón y la memoria del otro, espejo en el que nos reconocíamos amados. Es como morir un poco, o peor, morir en el otro. Dejar de ser, vivir las propia muerte en vida.
Por eso es tan feroz el abandono.
Luego de eso nos experimentamos feos, inundados de temores infantiles, no nos queremos. ¿Cómo me voy a querer si no me quieren?. Tampoco sabemos que hicimos mal. Cuesta comprender que nos hayan dejado de amar. Buscamos respuestas, signos en el cielo que nos den una explicación de lo que pasó. Repasamos obsesivamente conversaciones y conductas. Nos culpamos y recriminamos. La incapacidad de revertir lo sucedido nos llena de impotencia y humillación. Sentimos que la relación fue inútil, una pérdida de tiempo. Que los momentos felices no tuvieron sentido. Toda intimidad compartida nos aparece borrada, desecha, rota.
Toma tiempo dejar partir, quedar en paz, volver a sonreír. Poco a poco se logra comprender que el amor no se termina por algo que uno haya hecho, sino por por diferencias que se vuelven irreconciliables. sentimientos que en unos son profundos y en otros, fugaces. Discrepancias en lo que cada persona puede dar de sí. En la voluntad y responsabilidad con que se enfrentan los afectos. En la capacidad para luchar. En la tolerancia a las adversidades y en la habilidad para enfrentar conflictos. En las espectativas y los valores. En las heridas de la infancia. En fin, en la madurez emocional y en la capacidad de amar. a veces un final doloroso hace que invalidemos todo lo vivido y que el recuerdo traicione la felicidad pasada. No vale la pena. Nada pasa sin dejar rastro. La experiencia decantada, los sentimientos expresados, el sufrimiento vuelto aprendizaje, lo devolverán a la vida. Dejaremos ese espacio tan devaluado en que nos sitúa el abandono para volver a sentir y vivir, ya no por el otro y en el otro, sino para uno y tantos mas que nos queren de verdad.
Y llegará el día en que tratando de rememorar a quien tanto amamos, sólo nos encontramos con el rostro extraño, difuso, apenas reconocible de quien ya no necesitamos. Así es la vida, da muchas vueltas.
Desde Dagobah,
Alvaro J.