Thursday, June 22, 2006

Misión Imposible

¿Cómo no amarlas? Y también: ¿cómo amarlas?. Lo primero es imposible, lo segundo inabarcable. Las mujeres son nuestro referente, nuestro norte, nuestro puerto, el motivo de nuetros amores y de nuestros temores, de nuestro deseo y de nuestro desconcierto.
¿Cómo no amarlas? Sus pieles suaves, sus aromas sensuales, los matices sutiles de sus voces, los movimientos con los que se desplazan ante nuestros ojos, las ideas inesperadas que suelen expresar, la impudicia con la con la que nos muestran sus sentimientos, las distintas temperaturas de su pasión...todo eso activa en nosotros, los varones, mecanismos secretos, íntimos, que nos impulsan hacia ellas a veces con deseo exasperado, otras con el objetivo de un refugio, otras con la necesidad de una conquista, otras maravillados por el descubrimiento de nuestra propia ternura.
¿Cómo no amarlas si su presencia evoca y moviliza nuestras zonas mas negadas y dormidas, aquellas que son nuestra propia mujer interior y oculta, desconocida, anhelante, viviente y prisionera de las mismas rejas que le ponemos a nuestros sentimientos?
¿Cómo no amarlas si son otras, si son lo que nosotros no somos y, al poder verlas en frente y fuera de nosotros, podemos ellas y nosotros acercarnos, elegirnos, encontrarnos, palparnos de otro a otra, discriminarnos?
¿Cómo no amarlas cuando sus cuerpos, más delicados que los nuestros, tiemblan de frío, cuando sus ojos se sorprenden, cuando sus labios se humedecen, cuando sus voces dicen nuestros nombres, cuando sus manos nos tocan, nos palpan, nos aprietan con ese contacto que nos hiere, que entibia, que relaja? ¿Cómo no amarlas cuando hoy pueden afirmar con vehemencia lo mismo que ayer negaban, cuando se columpian de la tristeza a la alegria, del enojo al buen humor, con la velocidad del relámpago y la liviandad del aire? ¿Cómo no amarlas cuando nos preguntan, cuando nos esperan, cuando nos sienten sus héroes, cuando nos franquean sus sentires?
Y también, sin embargo: ¿Cómo amarlas? Sus pieles, sus aromas, sus movimientos, sus gestos, sus miradas son y no son para nosotros. Sus ideas nos están dirigidas y no. Necesitan de nuestra mirada, pero necesitan de la mirada de todos los hombres, aunque sólo sea para prescindir de las mismas. Sus sentimientos, con los que nos desbordan, se convierten en la cara oculta de la luna cuando dejamos de ser el objeto de ellos, y así como nos pueden amar sin medida, nos pueden dejar sin tristeza. Nuestras canciones más patéticas las lloran. Las mujeres no escriben esas canciones, siguen adelante.
¿Cómo amarlas y llegar a saber cuánto amor es suficiente? ¿Cómo amar y ser la propiedad que ellas necesitan exhibir ante el coro femenino, solidario cuando sufren, impiadoso cuando se muestran felices? ¿Cómo amarlas sin tener que bajarles las estrellas, sin atravesar los mares y sin conquistar el mundo, igual que los príncipes de sus cuentos infantiles? ¿Cómo amarlas aceptando ser objeto de sus sospechas? ¿Cómo amarlas cuando, a pesar de todo, sus pensamientos y sus deseos son los secretos mejor guardados del mundo y sus estados de ánimo duran lo que ranscurre un parapadeo? ¿Cómo amarlas en silencio si necesitan de las palabras como el aire? ¿Cómo amarlas sin perdernos, lejos del alacance de cualquier rescate, en la profundidad insondable de sus seres? ¿cómo amarlas sin que nuestra ternura desnudada se convierta en aquello que les hace añorar nuestra rudeza? ¿Cómo amarlas rodeándolas de nuestra fuerza sin que nos la devuelvan bautizada como torpeza? ¿Cómo amarlas sin tener que estar obligados a colmarlas?
Las mujeres. Lo mismo que nos hace amarlas nos hace huír de ellas. Madres, novias, hermanas, amantes, esposas, hijas, reinas, princesas, diosas. Para ser vistos por ellas como hombres creamos, luchamos, morimos, trabajamos, competimos. La conquista de la civilización puede verse, a veces, como el intento de conquistar a una mujer (sí, también como su sometimiento; toda moneda tiene sus dos caras) Y, sin embargo, ella es inconquistable. Deberíamos aprenderlo en la cuna, allí donde la primera mujer nos amamanta. Si lo hiciéramos, luego podríamos amarlas con mayor facilidad y mayor felicidad.
Acaso un primer paso posible para amarlas con un amor que nos permita crecer, sea el de quitarnos de encima el imperativo de entenderlas. De eso, voy a hablar después.
Desde el mismo lugar
Alvaro J.

3 Comments:

Blogger canastafamiliar said...

gracias por se considerado con mis sentimientos. a veces ni si queira yo lo soy.

me agradó eso de incorporar la categoría "diosas" dentro del subconjunto "mujeres"

esas vendrían siendo las miss reef por ejemplo

nota al pie de pagina:
¿leiste JesuCristopher? (en mi blog)

otra cosa:
http://www.santiagoen100palabras.cl

10:38 AM  
Blogger canastafamiliar said...

conductista

10:38 AM  
Blogger neuma said...

Modestamente

bajate del altar y deja de arrodillarte frente a tus dioses de carne y fantasia, a veces mueres un poco la magia y la utopia del poeta idealista, pero puedes empezar a vivir la magia y esas fantasias hacerlas un poco mas carne...

atentamente

un fantasita idealista en nproceso de regulacion

5:14 PM  

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