Monday, August 22, 2005

El Mundo en Mis Manos

Me encontraba sentado sobre miles de granos de arena, cuando apareció mi gran amigo sin nombre ni figura. Después de la gala de cortesía de dos amigos que se encuentran comenzamos la conversación. Él me repuso – ¿Por qué nuestros hogares son tan pequeños, siendo el mundo tan grande?- a lo cual respondí a lo más Zaratustra (tercera parte de Also Sprach Zaratustra) – Será por que somos más pequeños, no te parece-.

La catedral de Conce, era inmensa ante mis ojos, su cúpula llegaba al mismo cielo, su interior tenebroso, oscuro, lleno de imágenes santas. Era domingo ramos, estaba con mi madre en dicha ceremonia tradicional de la religión católica. Estábamos al interior escuchando el sermón del cura cuando me sentí muy mal, con pena, con un nudo en la garganta, por lo que salí por unas de las puertas del costado, que relajante tomar un poco de aire limpio de ese incienso extasiante. A mi lado se sentó una señora de aspecto paupérrimo, vestida solo con harapos, y nos pusimos a charlar unos instantes, aún la recuerdo ¡que vieja más simpática! Me dio más pena, ver como la gente la miraba, era despreciada por todos, pero todos limpiaban su conciencia dándole unas monedas, hasta a mi me cayo una que otra… En realidad ¿ella quería monedas? ¿Con eso compraba el amor, el cariño que le faltaba? ¿Con eso pago mi compañía? Creo que no, eso no lo compraba, no le alcanzaba…

Ahora entiendo todo, absolutamente todo, lo colosal de nuestras vidas, nuestras grandes catedrales, nuestras inmensas construcciones, esos inmensos edificios, todo lo que se considera erróneamente como nuestros lugares para habitar son inmensos, pero ¿Realmente ese es el hogar? ¿No estaremos supliendo una falencia producida por nuestra falta de conciencia trascendental?...

Creo que estamos habitando el lugar equivocado, nuestros hogares no son nuestras casas, edificios, naciones, etc. Nuestro hogar es el Ser del hombre, suena como heideggereano no?, como quieran llamarlo o denominarlo la cosa es que es verdad, no estamos habitando el mundo correcto, hemos desplazado al desván nuestras vidas como hombres por reemplazarlas por la magnificencia material que tenemos, no creemos dioses pero no somos nada… Ser dios es habitar en la subjetividad propia del hombre, y descansar en el living de los valores. Hoy sólo se sientan en el comedor del consumo y dejan que los niños jueguen en el patio del olvido.

Siempre me critican diciendo – aterriza, en que mundo vivís, baja de la luna – En fin, descubrí mi hogar y esta en el on topos, mi hogar es la utopía (latinizado), y es el mundo que hemos abandonado en pro del pragmatismo, olvidando el sustento de la axiología, el principio de ser hombre. El nihilismo se funda en la vida que se lleva, en esa magnificencia material, en ese vivir para las cosas.

Al decir ser habitante del mundo, me refiero sencillamente que nos reconciliemos como hombres que llevan a cuestas el daimón griego, rescatemos la teoría aristotélica del eu daimón, el aún vive con nosotros solo que no lo tomamos en cuenta, él nos puede llevar a la reconciliación del hombre con el hombre. El ve lo que hacemos y nos aconseja pero nuestra sordera es mayor y nos hace no videntes de la verdad de la vida.

Habitar el mundo, es vivir solidariamente, no como se sabe coloquialmente constituyéndose esto como sustento asistencialista, es decir no le den pan al que tiene hambre y después los olvidan, dándoles a entender de que yo soy el que tiene pan y te doy por que soy bueno, creo que es mejor decirles hola todos los días para así alimentarles el espíritu. No les hará mal intentar dar amor y alegría al que no tiene, no les cuesta nada ser habitantes del mundo. Habitar el mundo es interactuar con el hombre desde el hombre, no desde el animal laborans o el homo faber, sino de la humanitas.

Después de dejar a la señora no la vi más, no sé quien quedo más contento con aquella conversación, parece que yo gane más que ella… Ese cinco de abril de 1992 cambio mi forma de ver la vida hoy…

Después de que le respondí, mi amigo imaginario se había ido con la brisa costera, y me pregunte ¿Por qué no me llevó a su mundo?.
Adaptado de un escrito de un gran amigo

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